miércoles, 1 de septiembre de 2021

MÉTODO MAYO DE ADELGAZAMIENTO (2)

 La resistencia al derrumbe.

Hace días que se lo digo a mi diario-agenda de adelgazamiento: estoy perdiendo la batalla. Mi techo fueron los 81,5 y estoy volviendo a engordar. Necesito un revulsivo y un nuevo compromiso para volver a lo logrado y rebasarlo hasta ver el 79,9 al menos. Por eso lo divulgo aquí, para comprometerme más. Porque no me basta con que me mire al espejo y me guste, con que tenga fuerza para incrementar mi zancada cuesta arriba, que me entren perfectamente unos pantalones del año 89. 

No basta porque ya estoy camino del invierno, del mal tiempo para salir a correr; esta semana, además, cierran la piscina, pero da igual: con las tormentas y caída de temperaturas de ayer ya no apetece, seguramente estará a menos de 15 grados; estremece demasiado.

No puedo tirar todo lo conseguido. Ha sido mucho trabajo. No puedo dejarlo caer, aunque como dice Don Quijote, siempre me quedará la gloria de haberlo intentado. Ha habido días en que he corrido, con un aparte para mear, 19 kilómetros seguidos en llano; despacio pero sin detenerme. El pasado martes ya solo hice 10. También tengo recorridos menores con cuestas, otra cosa no hay en Béjar; lo llano más cómodo aunque me pilla algo lejos de casa, es la vía verde (la vía del tren a la que arrancaron railes y traviesas)  lo demás todo es cuesta y en cuesta castigo más las rodillas y aguanto menos, no puedo poner el "piloto automático" como cuando llaneo.

Pero lo más duro han sido las jornadas de piscina. Llegué a hacer 2,6 kilómetros, con una paradita para comer un bocadillo y fruta, y vuelta al agua. Aquel día fueron 52 largos de piscina olímpica. salvo los tres primeros días nunca me he permitido no llegar a los cuarenta largos (2 km), aunque eso sí se me hace cuesta arriba, porque no sé nadar a crol, aunque sea capaz de cruzarme treinta metros de piscina pero llego sin resuello, es lo que hago cada cuarto largo, para no perder la cuenta de los 200, 400, 600, 800... pero es muy duro y estresante: soy lo menos hidrodinámico del universo, con mi peculiar método de braza, a veces hasta me adelantan señoras gordas que ni sumergen la cabeza por no estropear la peluquería, qué decir de los tiburones o tiburonas profesionales, que nadan con tanta fuerza como elegancia, que me dan mil vueltas, pero ahí estoy yo, el canoso de plomo, el tenaz caracol piscinero, peleando. Nadie aguanta tanto en la piscina como yo.

Confieso que he vuelto a comer helados, y hasta algún pastelito. Uno tira la toalla, o se permite el gustazo ya que las cosas iban bien, aunque hubiera varias noches por semana que saqueara el frigorífico. 

Anteayer decidí tomar la medida extrema: no comprar pan. Lo más drástico que implica no solo renunciar al pan, sino a los pringues, al chorizo, a acompañarlo en la ensalada. Parece elemental renunciar al alimento sagrado pero yo no puedo, ayer noche volví a comprar y comer pan y chorizo, todo lo lentamente que pude, pero qué placer.

Puedo, he podido, y podré. Utilizo esta confesión pública como revulsivo. Mañana saldré a correr aun entre las tormentas, que es lo que hoy me ha frenado y me he ido a la cama con 85,3.

Voy a seguir luchando hasta el otoño, sudaré menos porque habrá menos calor, pero me costará menos correr más. Sabía que llegaría esta gran crisis, porque en todo momento he tenido pequeñas crisis. Pero también sé que puedo hasta intentar renunciar al pan y sus acompañantes. Intentaré reducir todo lo demás y el pan también, para no prescindir drásticamente de él. 

Tengo una prueba de glucemia el 30 de septiembre y me propongo ir rozando los 80, tengo que llegar y mantenerme. Me costará más pero aún tengo tensión para intentarlo.

La parte más importante de la fuerza es la resistencia.     

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