jueves, 6 de julio de 2023

Otros molinos ibéricos.

Portugal no vende tan bien como España. Son más pequeños (o menos grandes) y la imagen del cante del fado nunca podrá internacionalmente con la poderosa del flamenco, que también es baile y toque.

También tienen molinos de viento, como tantos países, pero nosotros tenemos a Don Quijote, el caballero extrambótico que se asocia con todos los molinos, y con su derrota.


Paramos a ver estos molinos en una montaña. No había nadie más por allí a pesar de ser domingo. En Consuegra o en Campo de Criptana vive bastante gente a la sombra de la imagen de los molinos, los de Don Quijote, que los demás no importan y se vendrán abajo por la pura obsolescencia de siglos.

Nos gustó estar allí, nos gustan los perdedores, el trabajo, el esfuerzo de comprender cómo vivía la gente. Portugal es ventoso, y encontramos parecidos molinos en varios lugares, algunos sostenidos y restaurados en su imagen, pero no ya en su uso, ni museizados. No muy lejos, como en Campo de Criptana, había un horizonte de modernos aerogeneradores.

Los molinos de Portugal son melancólicos como un fado.



Portugal pertenece a la península ibérica, que se llama así por el río Ebro, que no circula nunca por nuestro país vecino. Debería ser la península del Tajo o del Tejo, o del Douro o el Duero, o del Guadiana.

Los molinos portugueses son así, mate; si los pintaran de cal, venderían más pero parecerían una oportunista imitación. Portugal resplandece menos que España, pero yo me siento más hermano de ellos que de muchos españoles. Por su gentileza.

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