domingo, 30 de septiembre de 2012

Salir del paso prediciendo el otoño.


Lo más inteligente para salir del paso es echarle la culpa a otro. Pero a la larga, a uno le pillan siempre.

Los profesores de universidad, que son los peores: los que menos trabajan, los que más cobran, los que menos enseñan y los más arbitrarios en sus calificaciones, vociferan y echan la culpa a los de atrás cargando las tintas y diciendo  que del bachillerato los chicos vienen fatal, que ellos no están para tratar con analfabetos, los del instituto hacen lo mismo con los de primaria, y los de primaria  se quejan de la mala educación que los niños traen de casa, los padres se quejan de que no tienen tiempo... Pero el mercado pone en su sitio a todos, especialmente a los profesores de universidad: España es el país del mundo con más porcentaje de parados universitarios.

 

El presente gobierno de España se pasa el tiempo echando la culpa al pasado y pidiendo en el parlamento al partido de la oposición que acuerden con ellos y que ayuden a gobernar y a explicar a la ciudadanía la necesidad de los malos tragos que nos van a administrar para adelgazar el sistema social a fin de que los intereses de la deuda no nos asfixien. Como último argumento, lamentan amargamente su falta de colaboración. Justo lo mismo, pero con los actores cambiados, que pasaba hace un año.

 

El gobierno actual sabía que el anterior no estaba despilfarrando, ni en caprichos, ni obras faraónicas, ni siquiera en coches oficiales. Zapatero era tan austero que, siendo aficionado, ni siquiera acudió a la final del campeonato del mundo de fútbol de Sudáfrica, (desde Lepanto “la más alta ocasión que vieron los siglos”).

Este gobierno creyó que alguien le ayudaría, que habría empresarios durmientes, agazapados que empezarían a mover la economía, que habría inversores extranjeros que confiarían su dinero por menos interés a un gobierno de derechas, que habría españoles que repatriarían sus capitales. Incluso para ello ofrecieron una vergonzante e injusta amnistía fiscal.

Creían que su sola presencia haría funcionar las cosas. Pero no hay nada más: ellos no tenían ningún plan diferente que seguir con los recortes, cada vez donde más duele. Recortes que deprimen una economía que ingresa menos y paga cada vez menos impuestos a pesar de haberlos subido: estamos en un círculo vicioso que sólo nos conduce a la anemia.

El gobierno impotente, en lugar de gobernar, se enroca en la culpa ajena. Como el resto de los españoles, no tiene ni idea de qué hacer, tan solo resistir y echar balones fuera.

 

Se le gastan los trucos para salir del paso. Recuerdo que la portavoz del gobierno, Soraya Saenz de Santamaría declaró solemnemente que habían descubierto, sólo en Madrid, muchísimos kilómetros cuadrados de inmuebles propiedad del estado que estaban desocupados, mientras se “despilfarraban” muchísimos millones euros en alquileres. Claro; como si todo fuera intercambiable. Habrá cuarteles, caballerizas, almacenes, palacios, solares donde no es posible ni rentable para el Estado colocar un juzgado, una comisaría de policía, una oficina de la seguridad social, ni por ejemplo trasladar allí los cuadros del Museo del Prado. La portavoz se quedó tan ancha como si hubiera dado un bofetón a los anteriores gobernantes por su incuria. Seis meses después no se sabe que hayan habilitado, ni estén habilitando ninguno de esos kilómetros cuadrados de inmuebles para eliminar el despilfarro en arrendamientos. Si el Estado ha dejado de pagar algún alquiler habrá sido por eliminar servicios y prestaciones cerrando sus oficinas, nunca por reutilizar ninguno de esos clamorosos inmuebles ociosos.

Otro truco reciente sucedió hace muy pocas  semanas. Anunciaron que apercibirían a las compañías petrolíferas para que bajaran el precio del combustible, amenazándolas severamente con sanciones. Curiosamente, ahora, a finales de septiembre ha bajado el combustible 6 ó 7 céntimos. Alguna gente dirá “mira: tenemos un buen gobierno que ha metido en cintura a los gasolineros”. Sólo pensando un poco nos daremos cuenta que en el verano, en España y en todo el hemisferio norte, se consume, por las vacaciones y por el buen tiempo, mucha gasolina en desplazamientos. El aumento de demanda trae la consecuencia del aumento de precio. Llegado el otoño siempre baja la demanda y baja la gasolina, como ¡oh! milagro de la autoridad del gobierno, acaba de lograr. La portavoz con su altisonante amenaza no hizo otra cosa que predecir, para los incautos,  el otoño.

¿Serán capaces de predecirnos el otoño todos los años?

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