lunes, 17 de enero de 2022

Extraños en un Tren (Striptease personal)

 Tenía ganas de leerlo y lo estoy haciendo con provecho. He visto la película, sé que me ha gustado, pero (empiezan a ser cosas de mi edad) no recuerdo lo que pasa en ella, tan solo sé que es en blanco y negro y que al final hay una escena en la noria de una feria de atracciones y una chica que se queda padeciendo en ella es la hija de Hickcoock, una morena regordeta. El otro recuerdo que tengo bien es que el famosísimo genio de la dirección hizo la broma a su hija de hacerla sufrir deliberadamente más de la cuenta.



Digo que la lectura está siendo provechosa porque estoy compadeciendo con el personaje de Guy, un hombre que se ve arrastrado por un maligno individuo con el que coincide en el tren  y con el que tuvo la debilidad de sincerarse y después se vio compelido (aunque no entienda muy bien por qué esto le sucede tan compulsivamente). Pero el caso es que yo estoy zambullido en su angustiosa experiencia.

He tenido que interrumpir la lectura porque como a Don Quijote el personaje se me cuela en el alma y sufro con él. Hace poco en una entrevista oí hablar a Juan Manuel de Prada de la novela de Dostoyeski Crimen y Castigo, y curiosamente también estuve hablando con mi amigo Luis Aguilera de este libro que leí en mi adolescencia y del que también tengo a estas alturas una muy vaga idea. (Un amigo del bachillerato me llamaba Raskolnikoff).

Por lo que sufro/gozo ahora en la lectura es por la culpa del personaje Guy, de la que trato de librarme. Y he decidido escribir esto en el blog para ventilarlo fuera. Luego iré a tocar un poco la guitarra, para tener asideros racionales que me anclen a las realidades reales (o, sencillamente, a otras realidades) y así poder seguir leyendo (me quedan cien páginas de trescientas sesenta).

El masoquismo de anhelar un castigo o necesitar tener esa sensación de culpabilidad para agonizar con ella no acabo de entendérmelo. Pero sucede algunas veces en la literatura y en su hijo, el cine, y ocurre en obras importantes, populares, comerciales. Ese deseo de entrar en una situación criminal y el subsiguiente mareo no debe ser sano, como los mareos artificiales de las atracciones de feria, que son eso: atracciones, en un mundo de ficción, que no salen de ahí salvo por un accidente muy grave.

En otros artículos sabéis que voy de listo por la vida y enseño mis conclusiones; en el de hoy solo muestro mi debilidad, y siento un poco de pudor. Como el personaje de la Highsmith estoy teniendo la debilidad de sincerarme aquí y quizá también me arrepienta de ello.


 No sé si el exhibicionista que llevo dentro tendrá la osadía de dar al botón de "publicar". 



p.d.  EL PELIGRO DE QUIJOTIZACIÓN HA PASADO:YA ESTOY LEYENDO OTRO LIBRO MENOS INVASIVO.

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