miércoles, 22 de octubre de 2025

Y, casi sin darnos cuenta, pasamos.

 Pensé que por el pueblo de Canfranc me acordaría de llenar el depósito de gasolina, pero me metí en el túnel solo con medio depósito. Es un túnel de más de ocho kilómetros donde obviamente no puede uno darse la vuelta. Tampoco parar a hacer fotos; debería mi mujer haber hecho alguna desde el coche a ochenta por hora para ilustrarlo, porque vale la pena. 

Uno confía en que los millones de toneladas de Pirineos que hay encima por tantos minutos no vayan a reivindicar nunca la ley de la gravedad. Es impresionante, y, al salir nos encontramos la bandera francesa. Al llegar a Francia los franceses te meten miedo porque te avisan que, de no poner nada en contrario, la velocidad máxima en carreteras es 70, con lo que anda uno a veces entre quinta y cuarta, para que el coche no se ahogue, atento a los radares de velocidad para no caer. Luego también encuentras tramos en los que te permiten ir a ochenta noventa y hasta 110. Nunca me han multado en ninguna parte por exceso de velocidad. Aunque siempre habrá podido haber algún tramo en el que me haya pasado por poco sin darme cuenta, por supuesto.

Pero según entras y comienzas a admirar tienes la sensación de que ellos se han quedado con la parte más bonita de los Pirineos, aunque la verdad es que yo no tengo mucha experiencia de Pirineos, supongo que habrá rincones preferidos para todos los gustos en ambos lados. Pero todas la imágenes que vienen a continuación son francesas.





Estas son del viaje de ida. luminoso, sobre las tres de la tarde.













Estas últimas fotos, tamizadas de niebla de vez en cuando, son de las seis de la tarde de nuestra vuelta; más de dos semanas después.



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