Es un Dacia Sandero, modelo que nunca vi en carretera hasta que monté en el mío, hace 17 años. Cuando lo compré en junio solo lo había visto en el concesionario de la Renault de Béjar y, durante los más de tres meses que tardaron en entregármelo, subí a ver la muestra alguna vez tras el escaparate para saber qué había comprado. En agosto de ese 2008 fuimos una semana a Barcelona, yo con la esperanza de ver algún coche como el que iba a ser el nuestro, pero no rodaban aún por España. En diecisiete años de carretera y ciudad nunca he encontrado ninguno con una matrícula más vieja que la mía, con lo que podría hacerme la ilusión de que es el primero de España.
Echando sus asientos atrás hemos dormido muchas siestas en él, pero también hemos dormido varias noches, las dos últimas en este viaje que os cuento. A la vera de dos hermosos ríos: el Lot en el Pont de Valentré, y el Loira en el aparcamiento Mirabeau de Tours.
Poco después de entrar en Francia por el túnel de Canfranc
aquí, al lado del inmenso Loira, dormimos la última noche que nos tocó. Llevamos una manta siempre para estos casos.
Ahí estaba por la mañana, siempre tiene uno la inquietud si le habrá sucedido algo cada vez que le deja por ahí. Y casi siempre cuando voy llegando parece que ha desaparecido. No esa mañana, que bien llamativo se mostraba.








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