viernes, 3 de mayo de 2024

Castrillo de los Polvazanes. Un pueblo "niquelao"

 Entre los planes que hicimos para rellenar estos dos días que teníamos por prudencia que hacer noche en Astorga para esperar un taller mecánico no podía faltar este hermoso pueblo reconstruido con muy buen gusto para el turismo, bien organizado para ser festín de fotógrafos. Además, el que estuviera a unos siete kilómetros de nuestro hotel en Astorga, propiciaba que nos diéramos una ración de "camino" de Santiago, para ver el ambiente y contarlo, como hace todo el mundo: no están mal catorce kilómetros como aperitivo. Atravesamos además dos pueblos, el camino está bien señalado y sembrado con molesta grava para los pies, pero interesante para que no se convierta en barrizal, saludamos en él a cuatro ciclistas tinerfeños y a dos navarros, a una china, sola y cargadísima de mochilas, que no sabía nada de español, a un montón de guiris, y también a parejas de japoneses: a todos les decía yo el saludo de "buen camino", que es la contraseña jacobea.


un indicador, y el camino señalado. La verdad es que Castrillo no está propiamente en el camino más corto, pero es una visita indispensable para los que quieran algo más que llegar. El desvío no es muy superior a un kilómetro de ida y vuelta. Los programas documentales de televisión también suelen desviarse para filmarlo. Veréis por qué:


Evité algunos coches aparcados, que los había. En la entrada hay generosos aparcamientos disuasorios, pero la comodidad y el incivismo suelen ir de la mano.
Bien disimulados están los restaurantes, que hay muchos. Para evitar competencia de precios todos tienen tarifa única para el cocido: 30 euros. Recuerdo que en el año catorce todos los taxis de Roma tenían un cartel: 45 euros hasta el aeropuerto. Así se eliminaban temores y suspicacias y se fomentaba el que la gente los eligiera. 



Encontramos a una profesora de música, pianista ella, con la que compartimos impresiones estéticas y viajeras.






La textura de las piedras y el viejo arte de colocarlas, unida a la naturaleza que hermosea con tiempo simbiótico. La sensibilidad se eriza habiendo batería y tarjeta de memoria, ¡cómo no pararse a recoger colores!

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