miércoles, 30 de enero de 2019

Somos un espermatozoide afortunado de viaje.

No sé cuantos centenares de miles entraríamos, pero el escogido fui yo. Doy gracias a estos 54 años de vida en los que he disfrutado tanto y todavía sufrido tan poco. En ellos he acumulado experiencias estéticas, también esquemas y saberes de cómo funcionan las cosas y datos para predecir lo que ocurrirá: puede que no sea pretencioso llamarlo sabiduría.

Además, mi sabiduría no morirá del todo conmigo, seguro que en este tiempo alguien ha aprendido algo de mí y también lo transmite, como yo he aprendido de tantos algunos que viven o murieron sin saber que con su ejemplo o sus palabras me enseñaron eso que vamos transmitiendo.

"Todavía he sufrido tan poco" Sé que me acerco a lo malo: mis padres perderán capacidades básicas, enfermarán y morirán, rondan los ochenta y la verdad es que no me puedo quejar hasta ahora de su salud y de su entendimiento. Pero en algún momento habrá que cuidarlos o mandarlos cuidar. A mí me pasará esto mismo en otro día que ya no veo tan lejano pero, por no irme de mis padres, creo que han sido buenos momentos los que yo les he proporcionado por mí mismo y desde hace 18 años con mi hija y hasta desde hace 8 meses, mi gato. Soy un espermatozoide rentable y agradecido para ellos que tomaron la decisión o se vieron arrastrados por el deseo hace 55 años.

Con cincuenta y cuatro años he conocido a gente muy afectada por el dolor y las limitaciones la enfermedad, a suicidas, y a mucha gente a la que por razones económicas esta excursión no le parece tan bonita y fructífera. Es un regalo, volveremos a la nada material de donde venimos. La única manera de sobrevivir es en el recuerdo de la gente, pero somos cortos de memoria, y más en estos momentos de tanta y tan caduca información. A pesar de tantas maneras de "quedar" eso es cada vez más difícil. De mí quedará lo que estoy escribiendo solo si alguien lo sigue leyendo; lo cual es bastante difícil, acaso quede algo en algunos libros en los que colaboré sobre mi pueblo. Siempre parecía un poco desdeñoso no leer aquello que tiene forma de libro. Quedarán  por mi casa folios, novelas inéditas y proyectos de novela, pero seguramente nada que le pueda interesar más que a mis nietos si es que alguna vez mi hija tiene a bien en prolongar esta hermosa lotería.

Hoy no voy a seguir mostrándoos las paredes de mi huerto. Pensar es ofrecer orden al caos o al vacío. Yo tengo la suerte de ofrecer mi orden en español, idioma que comprendéis varios cientos de millones de personas; también doy gracias por ello.

No sé si será la vejez de este enero que me hace tan amigo de los balances panorámicos. Mi hija, que tiene 18 años no me lee, y si lo hiciera sé no me aguantaría, no sé si yo me aguanto, chapoteando como estoy, en esta dulce tranquilidad contemplativa de primeros de año.


Os dejo una imagen de mi gato con los ojos muy abiertos a la vida. Dicen que las imágenes de animales aumentan la audiencia. A ver si salimos de este enero al que empieza a pesarle tanta reflexión.

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