sábado, 16 de diciembre de 2017

La sensibilidad Disney (perros)

Algunas cosas cambian y no dudo de que existe esa mayoría democrática, porque los veo por todas partes,  que verdaderamente apoya estos cambios en España. Hay muchísima gente que ama con  intensa ñoñez a sus mascotas. Abogados me han contado de algún matrimonio que al disolverse daba más importancia a quien se quedaba con el perro que a quien se quedaba con los niños.
Otra compañera de trabajo preguntaba todos los días a su hijo, que estaba a cientos de kilómetros, por su perro. ¿Qué novedad diaria puede presentar un perro?
Ninguna, quizá la consistencia de sus cacas, pero ella preguntaba sin rubor ninguno, todos los días, delante de mí: lo juro.

No sé, es que yo soy "mu" de pueblo y muy insensible para los mascotófilos o los mascotomaniacos.

En lo único que estamos de acuerdo en toda España -por fin en toda- es en reformar el código civil para decir que ya no son "cosas" semovientes sino "seres vivos dotados de sensibilidad". Inembargables y rodeados de derechos al cariñito, besos en la boca incluidos, a pienso certificado y a levantar la patita  para hacer un autógrafo en cualquier zócalo. Y, por supuesto, a andar por la acera tan panchos y a que nos echemos a la calzada los otros peatones para cederles el paso.

Todos los de sensibilidad Disney están en contra del maltrato animal, aunque mantienen sin pudor a un descendiente del lobo en una habitación de un piso deseando que llegue el amo o la ama para que le dé un corto paseo civilizado por la calle donde levante la pata y se acule tremolante para hacer sus necesidades sólidas, que si su dueño es cívico serán recogidas con una bolsita de plástico que se irá a contaminar el aire o la tierra de un vertedero.
Y el resto de los peatones tenemos que observar estas deposiciones sin asco, quizá con la misma liberación con la que las contemplan los dueños.
Aunque algunos no son "dueños" pues les consideran familiares, ya que son "miembros" de su familia.
Creo yo que los ayuntamientos deberían instalar algún tipo de mobiliario urbano para que los animales  que sientan la necesidad de hacer "mayores" encuentren intimidad y no vergüenza que es lo que a mí me parece que experimentan cuando me miran a mí mientras defecan sólido o semisólido.

Creo también, que debería ingeniarse algún tipo de muñeca hinchable perfumada de hormonas, para proveer -sin trata, ni denigración a ninguna cánida-, de prostitución canina masculina.
Porque los perros que yo conocí en libertad eran unos salidos y solo vivían para fornicar y detectaban a una hembra salida a kilómetros.
Quizá en el pienso les echan bromuro, como en la "mili".
Supongo que hoy perderé amigos, pero es que recuerdo lo felices que eran mis perros a quien nunca compramos nada de comer, libres y folladores en mi pueblo, en mi campo... sin que tuvieran que insertarles un microchip bajo la piel, (no sé si eso es maltrato animal, aunque me lo parezca)

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