jueves, 28 de diciembre de 2017

Cumpleaños/caducidad

No sé si es por lo comunitario que soy en la mayor parte de las facetas de mi vida: (escribo para la gente, recojo basuras que algunos tiran en el campo por bien de la naturaleza y el paisaje, me conduelo de los dolores ajenos...) por lo que para mí mi cumpleaños es el día de fin de año, que es un poco, el de todos.
Ahí, supongo que influido por la televisión que hacía programas con recapitulaciones de los acontecimientos, es donde siento un año más que se va, o que tengo vivido, o que he vuelto a cumplir. La tarde del 31 de diciembre me gusta reflexionarla seriamente, repasarla para saberme la página.
Ahora desde que cumplí personalmente medio siglo siento que ha empezado la ancianidad, la impotencia, el miedo a los ruidos internos. Soy diabético tipo B, aunque solo tomo pastillas y está todo bastante controlado, siento mi páncreas en vilo, de manera que, cuando me paso de comer, aunque sea las naranjas que me apasionan, temo hacerle daño y que ese órgano tan fundamental empiece a hocicar de manera irreversible. Hay otros ruidos y temores aunque nunca me he creído hipocondríaco.
Haciendo paredes de mi huerto me agarró una tendinitis en el codo derecho y, aunque no suele darme guerra permanente, como he tenido algunas réplicas, procuro coger (si me es posible) las cosas pesadas con la izquierda y cuando sé que voy a trabajar duro me pongo mi codera, que me salva de una resaca y, además, me da seguridad.
Escucho mal: vengo de familia de sordos, los agudos se me escapan y muchas veces no oigo el timbre del teléfono, tengo que poner la televisión más alta, y ya no soporto bien las películas dobladas porque me auxilio mucho de la vista en las conversaciones.
¡Ah! la vista..., no sé si es por la diabetes, por los ordenadores o por los ojos cansados que vamos teniendo los de una edad, pero ya necesito gafas de lejos y de cerca y como me hice hace unos seis años unas progresivas, percibo a ratos que también han caducado.
Ahora no me siento atractivo físicamente, considero que necesitaría, para conquistar a una mujer, que me oyera hablar en ingenioso; ahí está mi fuerte, porque aunque a veces me siento vigoroso, guapo y elegante suelen ser las menos, y cuando veo alguien más joven, o a mí mismo hace unos años, pierdo la competición.
A cambio de todas las anteriores mermas y temores me veo como alguien tranquilo y sabio, capaz de organizar y analizar con dictámenes valiosos, sé que voy a resolver bien.
Pero me fastidia algo en lo intelectual: a veces no encuentro las palabras tan pronto como quisiera y otras me levanto a buscar alguna cosa y me sorprendo a mí mismo preguntándome
 ¿a por qué voy?

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