martes, 7 de marzo de 2017

La muerte

El día más importante de tu existencia fue el de tu muerte.
Silvio Rodríguez "el Papalote"
El sábado se me murió un amigo. Es duro; yo no me había enfrentado con la muerte de alguien vivo que me importara tanto. Ha habido dos tíos míos, muy queridos, que me dolieron; pero ya eran viejos, la muerte les había ganado el pulso hacía muchos meses. Pero mi amigo estaba vivo; la última comunicación que había tenido con él era de tres días antes: el miércoles.
Todo normal, él parecía inmortal, aunque arrastraba su leucemia desde hacía trece años. A veces le ingresaban y le daban quimios. Había empeorado físicamente en este tiempo, cojeaba, alguna vez hasta tuvo que usar muleta, había engordado porque no podía hacer actividad física y eso le molestaba, pero lo llevaba con una resignación envidiable. 
A veces dejaba de dar señales de vida, porque mi amigo era una persona muy activa y también se comunicaba bastante conmigo. Entonces yo me asustaba, le escribía correos electrónicos como si estuviera muerto, fantaseaba con su muerte, me atosigaba de tristeza. Pero siempre reapareció con nuevas ilusiones, su ilusión era entregarse a los demás, y por ello estuvo multiplicando la prórroga de vida. Porque ahora, lamentablemente, se comprende bien que era una prórroga.
No le fue fácil sobrevivir todo este tiempo. Se refería a sus sufrimientos en pasado, sin ningunearlos, pero sin colgarse medallas de valiente y de triunfador. Daba gracias y tomaba aliento para seguir.
Consiguió compilar, escribir, editar, financiarse, un libro de nuestro pueblo. Seiscientas cuarenta y ocho páginas. Es su gran obra: Historia y Cultura de Cardeñosa . 

El sábado mi madre me llamó por teléfono "te tengo que dar una mala noticia: que se ha muerto Teodosio". Desde entonces no se me va de la cabeza, he llorado un poco, he tarareado una canción de Silvio "Historia de sillas", he hablado de él, he seguido por las redes sociales, -hoy todo se retransmite así-, las condolencias, los recuerdos, las despedidas. En general definen muy bien al amigo que yo conocí.
Se me hace raro pensar que ya no podré comentar cosas con él, (era un lector de este blog) ni ir a ver a Mayalde en su compañía. Parece que todo lo que compartíamos se quedó para siempre secuestrado, helado, polvoriento. No será igual: ha perdido el sentido adicional que le daba su vida, su sentimiento, añadido al mío; y no es cuestión de aritmética, es la amputación de un miembro.

Cuento con el olvido a mi favor; uno lo terminará por asumir: es ley de vida, aunque a mí es la primera vez que me pasa. Quizá el recuerdo no se me vaya y me sienta mellado para entregarme sin reservas a la alegría. Me viene a la cabeza una vez en una fiesta que una amiga se puso a llorar recordando a su padre, lagrímas agridulces, pensando en qué bien lo pasaría si estuviera allí.
Mirando todos los comentarios, las aleluyas, los empeños, no puedo por menos que acordarme de esa paradoja de que el día más importante de su vida fue el de su muerte. Le pasa a mucha gente: cuando mueren ese día- son de todos, qué gran pérdida, qué dolor, qué tragedia... Después viene el olvido, se olvida lo que él quería y por lo que luchó, con su obra tan alabada, la bondad que practicó, los ejemplos que dio. Y yo también le olvidaré, un poco más tarde que ellos; solo se me aparecerá en algunos momentos.

Eso es lo que más me ha molestado: hay gente que le escribía "nunca te olvidaremos", y yo pienso, ¿de verdad, pero si no quisisteis conocerle? Claro, es una frase hecha para el día más importante de su vida.

Me ofende esa frase porque quien escribe cosas así es porque ya está queriéndose comprometer de manera hueca a algo que sinceramente piensa que no cumplirá, y lanza la aleluya, porque queda bien.
¿Acaso una madre que perdiera a un hijo necesitaría decirse, en público o en privado, que nunca le olvidará? No, es algo tan real como evidente: no le olvidará, y maldita la gana que tiene de decirlo a voces o escribirlo.
Lo que pienso es en su familia; en sus familias, porque tenía dos, la natural y la de vocación; porque era miembro de una congregación religiosa. Sus familias no necesitan decir que nunca le olvidarán porque así será.

Pienso hoy en los muertos del ¿lejano? ¿remoto? terrorismo de ETA, incluso en los del 11 de marzo de hace trece años, ahora que sentimos que el terrorismo islámico se ha alejado hacia Francia o para Bélgica. A nosotros esas muertes tan trágicas nos dolieron  el día más importante de su vida que fue el de su muerte. 
Pero para sus familias están muertos todos los días, desde entonces y para siempre: todos los días sienten su hueco, ese vacío.
Eso debe ser la muerte verdadera.
A Teodosio Sánchez Sáez.

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