sábado, 22 de octubre de 2016

El ordenador limita la memoria.

Casi toda la memoria y todo el conocimiento del mundo generado en el siglo XXI se aloja en estas esponjas de memoria, que son lo que tú y yo estamos mirando ahora. A mi edad, que ya sobrepasa la cincuentena, la memoria inmediata falla constantemente. La remota tampoco va bien. A veces vuelvo a entrar en Facebook pensando que hace mucho tiempo que no entro en ese lugar (que tanto denosté, sí;  no he perdido hasta ese punto la memoria) cuando no hará ni dos minutos que lo estuve mirando hasta el punto de que no hay novedad.

(Mientras escribo esto me estoy concentrando en que el chupamemorias éste no me robe la idea que me impulsó a escribir este artículo. Me ha pasado más veces y varias buenas ideas se quedaron varadas en forma de borrador, sin llegar a su puerto)

Yo no tengo teléfono con internet, me conectaré como tres veces al día, así que me da tiempo a pensar.
A veces en la cama pienso que debo preguntarle a Google por alguna duda que me interesa, pero cuando abro el aparato debo pasar por la laguna Estigia, que se me olvida y no lo miro, no solvento la duda. Eso me ha pasado ayer. Ahora ya no sé qué quería buscar. La gran herramienta de conocimiento casi únicamente me sirve otra vez para ver el Facebook, el Gmail, el Blog y los siete u ocho correos que suelo mirar, aparte de la predicción del tiempo.

Cuando estoy frente al ordenador, tengo que tener muy claro lo que voy a hacer, de lo contrario no hago nada más que curiosear y dar vueltas a la noria de mis lugares y periódicos, es por eso que creo que este aparato que tenemos enfrente interfiere de alguna manera física o psicológica en la función de mi memoria cerebral, que la anula e intimida, es decir, que los desarrollos que hubiera podido realizar de una idea se ven constreñidos, ¿o es que por haber pasado de la cincuentena estoy buscando pretextos para no cumplir lo que me prometo cada vez que resuelvo que debería intentar ser escritor?

No hay comentarios:

Publicar un comentario