miércoles, 25 de mayo de 2016

AL FINAL LO HE CONSEGUIDO PERO...

He sufrido. He llegado hasta la ira aunque la domino; cincuenta y un años han de servir para algo. Controlo perfectamente la burocracia de las personas. Sé su idioma y, en último caso, también sé que hay libros de reclamaciones para desahogarse. Y que lo que he escrito en ellos les duele a esas personas.

Pero la burocracia informática es la peor. Es absolutamente implacable. Y a fuerza de hacerle a uno repetir claves y números, acaba con la paciencia.

Esta mañana tenía que ser. No debía demorar más la presentación de mi declaración de la renta. Tenía tiempo vacío antes de ir a una consulta médica. Era más de una hora, iba a hacer más cosas. Pero todo me lo han robado. Decenas de instrucciones, de puertas, de claves que iban y venían a mi teléfono móvil.

Tiré la toalla. Me acerqué a la hora de apertura a la delegación de  Hacienda y me dieron un "código de activación" después de firmar varios papeles, diciendo que me hacía responsable del numerito. Aún no sé para qué vale, porque no me ha servido para nada. Para desesperarme más y con mayor motivo.  Después opté por ir a una biblioteca para intentar en otros ordenadores, con otro software, la clave de mi DNI electrónico (me lo dieron este año y parecía un talismán).
Nada... imposible, una página blanca con un par de frases, diciendo que no se puede.

Me fui al médico con más tiempo del que suelo, a esperar desahogándome hablando con viejos del tiempo y de enfermedades. También releí las instrucciones que me habían dado por escrito en Hacienda con el numerito.
Por cierto: iba a pedir cita telefónica para que un funcionario me la hiciera "presencialmente" como a mis padres. Tenía el teléfono.

Pero volví a intentarlo. Después del médico mi ira estaba domada. decidí explorar un camino concienzudamente con el método de ensayo y error, pero sin perder la paciencia: si ha de echar humo algún ordenador, que sea el de ellos.
Es lo que tiene la madurez: uno puede echar un pulso con tesón y paciencia. No se me caen los anillos por recoger, una y otra vez,  las cosas que me tiran al suelo y volver a levantarlas. Además no me ve nadie que pueda reírse.
El huerto me ha enseñado mucho en este campo.

No me lo creía cuando franqueé la última puerta. Llegué a mi declaración. Me salen a devolver 285 euros.
Acepté.
Pero debo expresarme. Odio las actualizaciones de software. Todo se hace más complicado. Aun no pertenezco al dominio del guasap. ni de las "aapps". Ni de las actulizaciones compulsivas. Un amigo me comenta por teléfono que todos los informáticos se dedican a eso, en nombre de una pretendida seguridad cuelan en los sistemas públicos la última actualización y tu ordenador no la tiene y se embarra, pero esa última actualización no aporta nada interesante, lo que sirve es para tener que descargar, muchas veces pagando. nuevos programas. Ahí está el truco. Es inevitable pensar mal, en comisiones.

Las administraciones públicas deberían ser las que "pusieran pie en pared" y dijeran de una vez
"algo sencillo, que tenga todo el mundo"; y muy claro, sin sobreabundancias ni líos. Yo, por mis ingresos, no tengo obligación de hacer la declaración de la renta. Han bajado -electoralmente- el impuesto de la renta, pero si me lo ponen más difícil hubiera podido renunciar a hacerla y que no me abonaran esas retenciones que me practicaron de más.
No quiero ser malpensado en que hayan calculado mi desistimiento para su beneficio, pero lo de renovar y dejarnos atrás el software, el hardware y la madre que lo parió, todos los años, no tiene un pase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario