viernes, 3 de enero de 2014

Los ídolos y el método (2)

(2) EL MÉTODO

A la altura de mis 49 años empiezo a tener claro que para aproximarme a la siempre incierta realidad del ser humano lo primero que tengo que analizar es lo que mejor puedo llegar a conocer: mi propio comportamiento, mi orgullo, mi egoísmo,  mis debilidades y fortalezas. En segundo lugar, observar críticamente el proceder  de las personas que me rodean, desde las más cercanas a las más lejanas, procurando separar siempre el grano de la paja. El “grano” sería la realidad y la “paja” lo que quiero o querría contarme (autoengañándome), y lo que me engañan los que están a mi alrededor cuando me cuentan cosas que yo he visto. De esta manera, eliminando lo superfluo, lo autojustificativo, lo maniático…  desde lo más cierto a lo más incierto, puedo inferir cual es mi mejor interpretación de la verdad; encontrando la mayor parte de grano y descartando la mayor parte de paja, de lo que se ofrece a mi percepción.
Hay comportamientos como la violación, la pederastia, que por no haber conocido en mis alrededores, se me escapan, constato por noticias que existen y los doy por ciertos y aberrantes; no intento comprenderlos.
No creo que haya un método infalible, el mío supongo que es el de la mayoría de la gente, entiendo que no siempre me llevará al conocimiento de toda la verdad, pero creo que detecto muchas trampas y engaños y también sus causas.

Algo que veo constantemente y cada vez más (no sé si será porque me estoy haciendo viejo o porque los tiempos están cambiando) es que la gente elige su verdad y no busca la verdad, a pesar de toda la inmensa panoplia de informaciones y opiniones que se nos ofrecen.
Puede ser causado por el orgullo de la raza humana, -yo creo que para buscar la verdad  hay que esforzarse en ser humilde como el teniente Colombo-, o la falta  de tiempo, (aunque creo que la falta de tiempo no debe ser excusa, la verdad es demasiado importante, -además, la gente sigue empleando mucho tiempo en que le  apuntalen su verdad-) o pura práctica: uno asume la verdad que le ofrece “la tribu” o el “entorno” porque el valor supremo es la integración en un grupo.
Es más, el entorno elegido de antemano condiciona mucho la visión de la realidad. Militar significa acatar. Hay personas militantes/acatantes de lo que dice "su tribu". Se crean medios de comunicación para ellos, que destacarán las maldades de la izquierda, si son de derechas y viceversa. Creo que los periodistas que tratan directamente con la realidad son personalmente mucho más objetivos que lo que expresan en sus medios, lo que sucede es que los directores se deben a su público y el público no paga por escandalizarse de las miserias de los suyos, sino de las de los de enfrente.
Un ejemplo: Es exactamente igual una malversación de un millón de euros cometida por una persona de izquierdas que por una de derechas. El de izquierdas debería respetar escrupulosamente el dinero público para el que pide mayores impuestos, y el de derechas tendría que tener el mismo escrúpulo teniendo en cuenta que defiende que se bajen los impuestos y que se permita tener a la gente más dinero en su bolsillo privado. Sucede que, sorprendidos con las manos en la masa ambos políticos, un periódico de izquierdas llevará a primerísima plana con el mayor énfasis el comportamiento delictivo del de derechas y un periódico de derechas hará la inversa.
Lo ideal para interpretar la realidad es cotejarlo todo, que es una manera de cribar, encontrando más grano, sobre todo, mirarlo desde fuera de la tribu.

Se me ocurren otros ejemplos más complicados (quizá con su exposición estropee las anteriores ideas y se me pueda tildar de tendencioso; los lectores habituales ya conoceréis un poco del pie que cojeo) Hace pocos años, aquí, cualquiera que criticara al rey de España era una mente retorcida: se decía que había más juancarlistas que monárquicos y casi nadie quería oír hablar de nada malo sobre este personaje tan bueno. Ahora las cañas se han vuelto lanzas y hasta ocultan casi completamente los escasos (pero los hay) aspectos favorables de la monarquía. De cualquier manera, con el panorama actual nos acercamos mucho a la verdad.

Otro ejemplo es el Che Guevara. Nadie de mi entorno en mucho tiempo, (creo que hasta que Silvio Rodríguez me llamó gusano que amplié mi simpatía hasta “la gusanera”),  ha podido ver ninguno -y tiene muchos-, aspectos negativos del personaje, altruista, fiel a si mismo, y enormemente guapo.... Pero no cabe ninguna duda de que es un líder erigido artificialmente.
En primer lugar, no era tan guapo como la celebérrima foto con boina que le hizo un fotógrafo llamado Korda un día afortunado en la estética que fue a presidir un funeral. Guevara era mucho más rechoncho  y bastante más feo, pero la imagen, que tiene tatuada Maradona y tanta gente más, y que es el póster por antonomasia del siglo XX, es falsa estadísticamente: no responde a la realidad cotidiana.

En cuanto a su proceder, nadie –salvo los proetarras y similares- soportaría que le comparara con el sanguinario Henri Parot, que aprovechando su pasaporte francés, lideró sin ser descubierto en mucho tiempo el “comando itinerante” matando de un tiro en la nuca a decenas de personas. Lo que gusta del Che Guevara es lo mismo. (no su gestión económica o política mientras fue ministro, que nadie defiende) Fue un líder dedicado a la muerte, a introducirse en un país que no era el suyo a matar gente para imponer sus  ideas totalitarias. El Che en Sierra Maestra o en Santa Clara mató o contribuyó a matar a pobres soldados cubanos desconocidos que se ganaban su sueldo o hacían su servicio militar, lo mismo que hizo Parot, que era todavía más valiente, porque era él quien acercaba el cañón de la pistola hasta la nuca a Policías, Guardias Civiles o militares españoles muchas veces armados.
Y eso mismo trató el Che de hacer sin éxito final, en Bolivia.  Ernesto Guevara no era un maestro, ni un ideólogo que se dedicara a predicar o a convencer, llevaba armas para matar y se escondía en los montes para hacerlo a traición. Incluso su grupo -no sé si él directamente- asesinó a algún boliviano.

La mixtificación y el error estratégico, -como tantísimos errores y asesinatos ha cometido y comete Estados Unidos a lo largo de su historia- fue que le mandaron matar sin juicio: su asesinato contribuyó a crear el mito incontestado, que vino a coincidir con la efervescencia y el altavoz del mayo francés. Yo creo que del Che difícilmente se podrán encontrar ya trapos sucios personales, los testigos envejecen y escasamente aparecerá alguien con credibilidad que conociera cotidianamente al Che y que lo desmitifique.

Yo recuerdo que en los años 90 el panameño General Noriega, mucho más americano que el Che, miren sus inocultables rasgos indígenas, se rebeló contra Estados Unidos.
A mí me dio rabia y me pareció -y objetivamente me parece todavía, no sé qué piensan los panameños- una injusta injerencia de Estados Unidos  en la soberanía de otro país. Pero Noriega no murió como un valiente luchando contra la invasión, sino que se refugió bajo las faldas del nuncio Vaticano, que le entregó a los militares de Estados Unidos que le llevaron a una cárcel de Miami y le pusieron un traje a rayas. Al cabo de los años es un paria mundial, nadie le reivindica; los juicios que le hicieron lo mancharon de droga, de CIA, de corrupción, y lo tienen encerrado como un delincuente más y este es un acierto estratégico de Estados Unidos. ¿Realmente Noriega promovió una guerra, mató o mandó matar a alguien?

No me voy a estudiar el tema, pero de lo que estoy seguro que, aunque nadie lo recuerde, el panameño Noriega fue -en alguna foto- tan guapo como el Che en aquélla.

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