miércoles, 13 de febrero de 2013

La forja de un melómano. El flamenco y su dios verdadero.





El flamenco tenía que llegar, siendo yo guitarrista, porque en España mi instrumento popularmente siempre se asocia al flamenco. Pero tardé en entrar. El problema del flamenco es que hay que vivirlo antes de aprenderlo y aunque los españoles tengamos un oído propicio, (porque siempre ha aparecido por la tele o por la radio, en las saetas, en el prototipo de alegría y palmas, en Falla y Albéniz, en la copla, en Manolo Escobar, incluso ahora con Alejandro Sanz y otros) hay que mamarlo, para mamar hay arrimarse a la teta, no sirve hacerlo por papeles.

Lo fácil para iniciarse en la guitarra, (dentro de lo difícil que es) es aprender por la guitarra clásica, porque hay una escuela, unos métodos, unos estudios -que son piezas para ejercitarse-,  conservatorios: todo muy bien visto y a principios de los años 80, muy contrastado. Por el contrario, el flamenco resulta, aún hoy, muy marginal; no es la opción natural para aprender, salvo –como he dicho antes- quien se cría con ello.

Yo me inicié en la guitarra con 10 ó 12 clases que me dio un aficionado se llamaba Ángel Jiménez Berrón, que estudiaba entonces guitarra clásica y tenía cintas de Andrés Segovia; recuerdo que nos puso alguna en clase. Al verle tocar yo dije: esta es mi música, este mi maestro; esto es lo bueno: Paco de Lucía y esas cosas tienen chimpún y palmas y rasguean mucho, golpean la guitarra, nosotros tocamos más fino y detrás nuestro están Bach y Beethoven y Chopin, Tárrega, Rodrigo... Detrás de ellos ¿quien tienen?

Un adolescente busca una identidad sólida, pertenecer a un grupo, tener opiniones cuanto más firmes, categóricas y radicales, mejor. Yo también; fui un integrista de lo clásico. Me acuso.

No obstante también había fuerzas aperturistas en mí. Y en el rastro aparecían cintas baratas de Serranito, de Manolo Sanlúcar, que empecé a comprar. Manolo toca más clásico que Paco, que toca más gitano (aunque no es gitano), y ya por entonces más jazz, siempre con más apertura, más fusión, acordes oscuros, percusiones, gritos, jaleos..., cosas extrañas a la música clásica. Hoy parece que el cajón como instrumento flamenco estaba ahí siempre, pero él lo descubrió en Perú en los años 80. Por eso, “entre dos aguas” -que es del 73- está acompañada por un bongó.

Además Paco de Lucía era el omnipresente, como Karajan, como El Real Madrid; a mí me gustan los contrapoderes, no sé si lo he escrito alguna vez pero yo era, antes de ser insumiso al fútbol, del Atlético de Madrid, todo un contrapoder.

Manolo Sanlúcar podría ser para mí el Atlético de Madrid, además Paco de Lucía es seguidor del Real Madrid, (algún defecto había de tener).

El caso es que fui abriéndome al flamenco con las cintas baratas de Manolo Sanlúcar, Paco tenía mejores discográficas, -estaba en la casa Philips-, que no le vendían en series económicas y no era posible encontrarle por doscientas pesetas como a Manolo.

Hace pocos años imprimí una partitura rusa en cirílico que resultó ser de Manolo Sanlúcar, la intenté y creo que podría con ella, porque es mucho más asequible para un guitarrista malo como yo que las virguerías de Paco.

Es una lástima que este gran compositor y guitarrista de Sanlúcar sea el perpetuo segundón. Seguro que el día que se muera dirán eso de siempre estuvo a la sombra.... Manolo tiene su estilo propio, nunca ha imitado a Paco, aunque le reconozca, pero él ya había escogido su camino..., lo más triste tiene que ser que  ningún guitarrista flamenco toca como Sanlúcar. Incluso Vicente Amigo, que estuvo muy agradecido en el grupo de M. S. haciéndole segundas guitarras y aprendiendo el oficio, es el “primun inter pares” de los 100.000 hijos de Paco.

¡Pobre Manolo Sanlúcar! si ha tenido hijos habrá debido decirles: prefiero que toques el clarinete, o el violoncello, porque si no voy a tener otro discípulo de Paco de Lucía en casa.

 

Porque Paco de Lucía es el dios verdadero. Cuando la casa Smash sacó unas cintas a 300  pesetas que ya pude comprarme -fue en un expositor vertical de la estación de autobuses de Ávila, lo recuerdo bien-, yo también lo supe. No sé si ya había conocido a Santiago Gutiérrez, que también, al tirarme del caballo, me habló de Paco,  pero oír a de Lucía con un poco de continuidad fue definitivo, hay pocos músicos que lleguen a ser tan puros, tan intensos, que transmitan tan claramente la esencia de un arte salvaje: es la mezcla ideal de técnica y corazón. Un superdotado: dedos fuertes y largos, reflejos felinos, con un arte milenario a sus espaldas y por su sangre, y su originalidad humilde para aprender, para mezclar y diciendo siempre que lo que él querría haber sido es cantaor, pero que le daba vergüenza.

Paco de Lucía es el milagro que necesitaba el flamenco, como Astor Piazzola fue el milagro que necesitó el tango. Seguro que los dos genios se conocieron y se admiraron tocando en festivales de música alternativa, adonde les llevaban buscando el pan para los suyos y el reconocimiento para sus músicas de segunda, músicas de género.

 

 

Todos en España  sabemos que el mejor guitarrista del mundo es Paco de Lucía.







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