viernes, 23 de noviembre de 2012

La crisis también abre ventanas de esperanza.


Hace un par de meses dijeron que se empezaba a aprobar la tasa sobre movimiento de capitales especulatorios. Los estados reaccionan, no sé si por convicción o por apreturas recaudatorias. En cualquier caso, es una medida excelente, porque la especulación es lo más antisocial que existe: busca  la perversión del libre mercado (ya sé que esto del libre mercado siempre ha sido un mito platónico) y beneficia a sus actores en perjuicio de los que no la practicamos (la mayoría de los habitantes del mundo). Tampoco quiero hacerme ilusiones: en España decimos “quien hizo la ley, hizo la trampa” y los especuladores seguirán encontrando trampas para su realimentar  su usura.

Hace un par de meses también oí que, gracias a la crisis, España ha reducido sus emisiones de CO2, de manera que estamos a punto de cumplir el protocolo de Kyoto: Es otro principio de esperanza. También es reciente la noticia de que en Italia, el año pasado, se vendieron más bicicletas que coches.

Ayer asistí a la reunión de padres con profesores y con el tutor de mi hija. Me sorprendió el énfasis de súplica con el que la directora nos pidió que cuidáramos los libros de nuestros hijos para que el año que viene los pudiéramos ceder al centro educativo a fin de que ellos puedan prestárselos a familias necesitadas. Pintó un panorama muy grave, el de las familias a las que el Instituto hace por paliar evitándoles el gravísimo esfuerzo de comprar los libros.

Tengo que decir que la mayoría de las familias españolas que procrean en  mi generación tienen dos hijos, siendo muchísimo más abundante quedarse con uno sólo que buscar un tercero. Por lo tanto no se dan las apreturas familiares de otras épocas y nuestros hijos hasta ahora han disfrutado de muchas cosas que da el dinero abundante que corría. Una de ellas era estrenar libros. Estos libros estrenados están diseñados por las editoriales para que los niños escriban en ellos, neutralizando en gran medida su reutilización. Terminaban acumulándose como recuerdo y,  años más tarde, en una limpieza general buscando espacio en la casa, se iban a morir al contenedor de reciclaje de papel.

Este año no. Instituciones como Cáritas, Asociaciones de vecinos, hospitales, tiendas particulares que compraban y vendían libros de segunda mano y, con mayor motivo y desesperación, también los propios centros educativos están buscando libros que reciclar. Es el principio de la salvación del mundo: compartir y no destruir naturaleza para crear y desaprovechar libros.

Supongo que las editoriales y las librerías habrán notado este año el bajón desesperado de la demanda. Esto provoca más crisis en esos sectores económicos, pero no podemos seguir jodiendo, de aquella mala manera, al mundo en su beneficio.

De cualquier modo, el gobierno español pronto fastidiará este invento solidario de la sociedad: han preparado una (otra) reforma educativa que, el primer año romperá esta útil cadena de racionalidad.

 

Pero la semilla está sembrada y se consolidará. La crisis, lamentablemente, va para muchos años. Esperemos no olvidar sus enseñanzas.

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