miércoles, 16 de mayo de 2012

El peligro de la retorsión


Yo no soy muy racista. Procuro no albergar ese sentimiento irracional que se tiene hacia los extranjeros pobres. En la parte que haya, creo que no soy racista contra los sudamericanos: escuchaba y escucho a Quilapayún, Mecedes Sosa, Los Panchos, Silvio y Pablo...; los que me sigáis ya veis lo que leo. La mitad de mi cultura y del placer espiritual que me ha dado, viene de América, del Norte, del Centro y sobre todo, del Sur.

Yo soy mucho menos racista que los españoles en general; ahora ya bastantes lo reconocen, otros lo ostentan. Se podría hacer un muestreo sobre el progresivo aumento de los mensajes volanderos o de los powerpoint racistas, un día recibí un juego para disparar negros con una pistola; supongo que habrá de chinos, de moros y de sudacas también.

Creo que es un error agitar la bandera del nacionalismo. Lo digo por la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, una mujer que fue propiedad de un tal Kichner y que ahora (todavía) muestra el collar con el nombre de su amo. Creo que el machismo que encierra que una mujer sea “de Kichner”, cuando su difunto nunca fue ni hubiera sido “de Fernández” es algo rechazable en el siglo XXI, pero como lo practican también en Estados Unidos (Hilary de Clinton) no deben considerarlo tan mal como si viniera de España.

De cualquier manera, ese tema no me preocupa ahora. Quiero hablar hoy de la retorsión. Es una palabra que oí por primera vez en Derecho Internacional Público para describir el contraataque que ejecutan los países a una medida agresiva iniciada por otro estado. (Hoy no tengo tiempo de hablar del “respeto internacional” que se tiene al actual Gobierno Rajoy, este que no salió en defensa de España cuando nos zarandeaba en campaña Sarkosy etc. etc. y lo de Sudamérica etc. etc.).

El problema de que los gobernantes estimulen el nacionalismo contra otro país es que suele producir muertos y heridos, pero los pondrán las clases bajas; Rajoy y Cristina Fernández o Rajoy y Evo Morales, se saludarán efusivamente en cualquier momento que convenga. Ahora voy definitivamente al tema.

El problema es que estas excitaciones desatan la retorsión(1) entre los pueblos, y si las relaciones familiares que mantenemos españoles e hispanoamericanos nunca han perdido esa emulación familiar y esas miradas reivindicativas o despectivas, ahora son los peores momentos económicos -con tanto paro y nacionalismo- para alentar conflictos. Estoy seguro de que ya muchas sudamericanas que cuidan ancianos en España están sufriendo más desprecios y preterición. Lo mismo les sucederá a los obreros, o a los camareros. Es mucho más fácil no entrar en los despachos de muchos fatuos profesionales liberales argentinos; basta con que ahora caigan antipáticos.

Creo que donde producirá una gran pérdida de puestos de trabajo es en el sector de los teleoperadores con acento de allende los mares, y esto lo pagarán sin comerlo ni beberlo los colombianos,  peruanos, dominicanos, chilenos... Ya me lo ha dicho una seguidora, a muchos se les despachaba (yo también lo he oído hacer) con frases racistas. Eso de ser teleoperador y molestar la gente con ofertas me parece un trabajo muy duro, que las empresas españolas contratan allí, aprovechando los sueldos más bajos, gracias al idioma que nos une. Estoy seguro de que por estas jugadas, durante un tiempo nos va a separar el acento, y van a vendernos mucho menos. Los telefonistas irán a la calle por el peligroso acento nacionalista que pusieron en las expropiaciones esos dos países: son puestos de trabajo que volverán a España.

Peor es el efecto mariposa de las banderas ondeadas: se sabe que producen hasta muertes por entusiasmo.



(1)   acción de devolver o inferir a uno el mismo daño o agravio que de él se ha recibido.





Posdata: yo quería tocaros este vals venezolano. Se llama Angostura, aunque  lo que mejor me sale es la sonrisa final.

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