sábado, 10 de marzo de 2012

Un proyecto de epílogo

En este año y medio, por pasarme lo que me pasó con Silvio Rodríguez, llevo leídos tres libros de Vargas Llosa. Encontré esta cita que me concernió hasta el punto de que me lancé a escribir este epílogo para mi libro, que tiene muchos y diversos testimonios, de los dos bandos, algunos son muy distintos aunque las personas sean del mismo bando. Pero yo los reivindico a todos.
Os informo que al libro le faltan todavía muchos retoques. Me conformaría con acabarlo en un par de meses.



Epílogo

Algo que se aprende, tratando de reconstruir un suceso a base de testimonios, es, justamente, que todas las historias son cuentos, que están hechas de verdades y mentiras.

Mario Vargas Llosa “Historia de Mayta”



Sí, pero de verdades también. La historia, cualquier historia, no es más que una aproximación a la realidad. Cuantos más testimonios y cuanto más objetivos sean, mejor será la aproximación; pero la realidad de lo que pasó siempre será un inalcanzable ideal platónico.

Creo en la supremacía de las fuentes escritas, aunque no siempre: un acta no es más que el reflejo de un testigo cualificado o profesional en levantar actas. Pero todos los que hemos hecho actas, (piense cualquiera en lo que sucede en las actas de una comunidad de vecinos), sabemos que nunca se refleja todo lo que hay, a lo sumo se anota un compromiso admisible para los firmantes en el que se desprecian unos argumentos y se realzan otros. Muchas veces un acta no es más que un papel para “salir al paso” de una situación. Y en algunas hasta se miente deliberadamente.

Con una confesión o un testimonio escrito, especialmente si es recogido por alguien que tiene poder sancionador sobre el acusado o testigo, sucede lo mismo: el declarante dirá la verdad o mentira que le convenga y el escribano recogerá la verdad o mentira que le interese.

Los testimonios son como dibujos pintados y copiados por varias personas que quieren sacar bien en el retrato a los que aman y mal a los que odian. Y luego está la torpeza del dibujante. Aún así he disfrutado del arte de escuchar y creo que vosotros mis lectores también habréis disfrutado, aunque sólo de un pálido reflejo de lo que ante mí se representó.

A pesar de todo ¿merece la pena la Historia? Sí, porque es cien veces mejor que el olvido. La historia, aunque tenga su maquila de cuento, atesora experiencias sobre errores que cometimos los hombres. Hay que guardar las experiencias como un patrimonio. Personalmente alcanzamos la madurez  a base de escarmentar en nuestros errores, y si somos muy inteligentes, en los errores ajenos. La historia (la de la Guerra Civil más que otras) está plagada de errores de los que escarmentar. Su conocimiento apasiona y no sólo en España. Es, después de la Segunda Guerra Mundial, el acontecimiento histórico sobre el que hay más escrito. Pero la guerra española no llegó a producir medio millón de muertos, mientras que la segunda guerra mundial quizá se aproximará a los cien millones de muertos.

La vida que contamos, incluso nuestra propia vida que nos contamos a nosotros mismos, está llena de cuentos. Para preservarlos, inventamos el dibujo y después la escritura, para llenar nuestra la vida de reflejos de recuerdos; después las fotografías, las grabaciones, el cine... son luchas contra la ignorancia  y el olvido; por la identidad también..

Me voy haciendo viejo y aunque mi historia, como la de mi país, no siempre es pobre y afortunada, (ni siquiera es absolutamente verdadera). Quiero preservarla del mal de Alzeimer, que es el estrangulador de  todos los cuentos que no se contaron.

Gracias por llegar hasta el final conmigo.

1 comentario:

  1. Está bien. Como en las películas, también en los libros, a veces, se rueda primero la última escena.
    Ojalá tuviéramos más rentas y, por tanto, tiempo para echarte una mano desde estas Cinco Villas, donde se espera tu libro como agua de primavera.

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