lunes, 5 de marzo de 2012

EL TONTISMO


Hace casi un año, en las vacaciones de Semana Santa, un grupo (supongo) de leoneses vino a Béjar a marcar “su territorio”: como los perros. Para mis lectores extranjeros diré que en la Edad Media existió un Reino con capital en la ciudad de León y que en la Reconquista se extendió hacia el Sur, por territorios de las actuales provincias de Zamora y Salamanca. Poco más tarde se unió, creo que por política matrimonial, y fue subsumido por Castilla.

Yo nací en los años 60 en la provincia de Ávila, dentro de la región que entonces se llamaba (sólo a efectos descriptivos porque no existía ninguna institución) Castilla la Vieja, y comprendía Santander, Burgos, Logroño, Segovia, Soria, Ávila, Valladolid y Palencia. Al lado estaba la región de León, que se componía de León, Zamora y Salamanca.

Cuando murió Franco y se diseñaba parcelar toda España en un “Estado de las Autonomías”, que fue un invento para no dejar solas a Cataluña y País Vasco (que, efectivamente, tienen un verdadero sentimiento nacional, a menudo centrífugo), se impuso algo que se llamó “café para todos”. A partir de entonces todos seríamos igual de españoles, pero todos con nuestra autonomía. (Que sólo querían esas dos regiones).


Se han creado nuevas burocracias y nuevos centralismos. Capitales ficticias como Vitoria (la más española de las ciudades vascas) y comunidades como en la provincia de Logroño La Rioja, que es una denominación de origen vinícola, (pero  también existen la Rioja alavesa, -en la provincia de Vitoria- y la Rioja navarra) y Cantabria, para Santander, que tiene mar.

Como Salamanca es una ciudad casi tan grande como León, no iba a ser bien tolerado que nos pusieran una capital a 250 km teniendo Valladolid a 100 y tampoco se iba a crear un reino de León con capital en Zamora, que estaría en el centro. (He vivido dos años en Zamora y, como en Salamanca, nunca encontré a nadie ningún sentimiento leonesista). Creo que como consecuencia de esto crearon la comunidad de Castilla y León, en principio sin determinar la capital -por eso de evitar suspicacias-, pero de hecho está en Valladolid, la ciudad central y más importante.

Pues esto a algunos de León les hiere y quieren reivindicarse pintándolo en  las paredes.

A mí me molesta que cualquier persona que pase por esta carretera y la vea, piense que aquí hay un gran conflicto identitario y un rechazo de lo castellano.



Pues nada más lejos de la realidad: resulta que Béjar nunca fue leonesa, siempre perteneció al reino de Castilla. El reino de León llegaba al Oeste de la Vía de la Plata, que queda unos 15 kilómetros al Oeste de Béjar. Ni siquiera somos limítrofes.



Es lo que tiene el tontismo, que no voy a definir, pero cuyo ejemplo son las intrigas de Fridonia y Silvania en la película Sopa de Ganso de los hermanos Marx.



P. D. Lo que más fastidia es que lo tienen que venir a tachar unos ultraderechistas: tontismo al cuadrado.

2 comentarios:

  1. La inercia natural de cualquier nacionalismo es una sucesiva reivindicación imperial de otros territorios. Recuérdese el pensamiento falangista, bandera del nacionalismo españolista franquista, una unidad de destino en lo universal e inseparable de su gesta imperial. O véase el tan aparentemente natural, pero muy artificioso, nacionalismo vasco. Los hermanos Arana empezaron reivindicando un estado de Vizcaya, después se decidió integrar en un país a las tres provincias conocidas históricamente como vascongadas -tal denominación no era cosa del franquismo, aunque hoy algunos lo puedan pensar-, después, ya que Navarra era la tierra de los vascones en tiempos de los romanos, se decidió incorporarla a la reivindicación, y, claro, ya que hay hablantes de dialectos vascuences en el sur gascón de Francia, pues también los quiero. Y la cosa podría no terminar ahí; hay antiguos topónimos vascuences en todo el Pirineo hasta el Ampurdán, y, por el sur hasta la provincia de Soria. Y ya, si nos acogemos a las relaciones del vascuence con las viejas lenguas ibéricas y con el bereber, podemos reivindicar un primigenio estado vasco en toda la Península Ibérica y parte del Magreb, con lo cual nos reunificamos todos, más el añadido de parte de Marruecos. Y vuelta a empezar contra el centralismo.
    En cuanto a León y Castilla, difícil segregación espiritual; sólo hay que observar que todos sus reyes medievales con un mismo nombre, aun en periodos de los dos reinos separados, mantenían el mismo orden numeral. Por algo sería.
    Y, puestos a establecer reivindicaciones primigenias, ¿por qué no vamos más atrás y damos la posibilidad a que Asturias reivindique también su antiguo reino asturleonés? En este caso, si además le añadimos criterios lingüísticos, que vienen de perlas a los trazadores de estados étnicos, podemos ampliar tal estado arqueológico y antropológico verticalmente, desde Asturias en el norte, León, Zamora, Salamanca, cogiendo partes de Ávila, toda Extremadura, y hasta parte de Huelva en el extremo sur; una superficie semejante y paralela a Portugal.
    El ser humano es un geómetra empedernido.

    En realidad, quizás las regiones más naturales son las cuencas hidrográficas. Todo lo demás son inventos.

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  2. Estoy de acuerdo con todo lo que escribes Orbe. Pero más que nada con la importancia del agua. Dicen que somos un 60 ó 70 por ciento de agua y resulta que es la bebida universal, por tanto, el nacionalismo tiene muy poco sentido en el mundo. Claro que no todas las aguas son iguales, sobre todo, somos diferentes por la cantidad. Su calidad también traza pequeñas diferencias que se notan, por ejemplo entre Ávila norte y Avila sur de Gredos. Nuestros ojos son diferentes: unos viven en el árido, una corta explosión de primavera, y el amarillo abrasador y sin sombra de verano y otro se recrean en el verde de los árboles y las aguas que brincan por los torrentes. Las jotas del sur de Ávila son mucho más floridas y brinconas que las del norte. Decía el segoviano Agapito Marazuela:
    Para cantar en la sierra
    señores yo soy el gallo,
    en bajando el puerto el Pico
    doblo la cresta y me callo.

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