miércoles, 22 de febrero de 2012

SERVICIOS PÚBLICOS PRIVATIZADOS: UNA MORALEJA


Hay bienes públicos esenciales para la vida: el aire, la libertad, el agua..., que siempre han sido comunes.

El agua nos es arrojada desde el cielo, y configura los ríos, los arroyos, los acuíferos. Parece que según la ley el agua es pública; en los derechos de riego, el abastecimiento de las ciudades, lo que se paga es su gestión, su manejo. En contrapartida el elemento agua también es inocente de  las humedades, goteras y riadas; luego no nos podemos quejar a su dueño, que ya hemos dicho que no tiene, aunque nos pueda costar mucho dinero arreglar sus desperfectos.

En las últimas décadas en las ciudades grandes y en los pueblos medianos, la gestión del agua canalizada hacia las poblaciones se convirtió en un negocio privatizable y muchos ayuntamientos, como el de Béjar donde vivo, lo dejaron (no sé a cambio de qué) en manos de empresas para que hicieran negocio.

Aunque este año tenemos sequía, Béjar está en un valle bien surtido de agua y el elemento no se cuida como si fuera un bien precioso. Es que hay de sobra. Pero ya empieza a estar mal visto, gracias a la tímida cultura ecológica que se nos intenta inculcar, el despilfarro de agua canalizada; además cuesta dinero captarla, tratarla, mantener las cañerías...

 Más o menos donde está el rectángulo amarillo está la arqueta donde se pierde el agua, aqui a la izquierda se ve un regato. A la izquierda está el edificio donde vivo





Tenéis que disculparme por lo mal ciudadano que soy: desde septiembre supe que había una fuga de agua enfrente de mi casa, de muchos miles de litros diarios. Resulta que los de la empresa concesionaria nos cortaron el suministro para intentar reparar la fuga, pero no lo culminaron; lo dejaron corriendo bajo una arqueta que lo conduce al desagüe y, no siempre soy un ejemplar ciudadano, me he olvidado de ella. Desde ahora voy a ponerme a ello, pero, en estos meses, como el Ayuntamiento de Béjar, yo había delegado en el interés de la empresa concesionaria, la responsabilidad del despilfarro.

(Añadiré que, mientras tanto, varios convecinos míos han comunicado verbalmente la persistente fuga a las autoridades municipales, que alegan su incompetencia sobre el asunto).

Esta mañana acudí a la empresa del agua, que se llama Aqualia, y me han dicho que en septiembre cuando lo inspeccionaron, concluyeron que es mi Comunidad de Vecinos quien debería mandar arreglar el enganche a la tubería de abastecimiento que está en la calle a diez metros de nuestro edificio bajo una arqueta.

 El oficinista me ha enseñado un artículo de un  reglamento  que dice que el gasto es nuestro y no suyo. El caso es que la necesidad de arreglo, de quizá unos 100 €, tampoco ha sido notificada a mi comunidad.

Pero para mis convecinos, salvo el ruido que escuchamos (solamente en verano) al tener las ventanas abiertas, no hay ningún problema. El contador que nos cargaría el despilfarro está dentro de nuestro edificio, a unos 10 metros de la avería que existe en la calle, (o sea que no cuenta): el agua lo pierde la ciudad de Béjar, gratis para el Ayuntamiento, gratis para la empresa concesionaria, y gratis para mi Comunidad de Vecinos.

Queda el pequeño problema moral  del despilfarro. Sólo si persiste la sequía, se revelará el problema real de los millones de litros que se han perdido y se pierden hacia la alcantarilla. Pero la culpa será achacada  a las nubes, tan tacañas este año con nuestra comarca.

La empresa no va a hacer algo que para ella suponga un gasto, porque esto le restaría de sus beneficios. El Ayuntamiento, que debía velar por el interés público se “lava las manos”; como Pilatos, este acusado privatizado no es suyo.

Al final la moral y la defensa del agua pública la tenemos que promover y pagar los de mi comunidad de vecinos. (Cosa complicada como pase de 100 €)

Mientras tanto el agua que un día cayó del cielo, que se recogió, se represó y canalizó por el Ayuntamiento de Béjar, sigue su inocente camino hacia el mar.



 Vista de la arqueta desde mi terraza. En verano, que tenemos la ventana abierta por la noche, se oye el golpeo del agua contra la tapa.



Una moraleja: al privatizar,  parte del interés público se pierde por el desagüe.


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