lunes, 7 de noviembre de 2011

SOBRE LA VANIDAD

Un amigo me recomendó leer a Bertrand Russell y encontré que, entre mi biblioteca de tantos libros sin leer, tenía uno que se llama “La conquista de la felicidad”. Estaba leyendo la frase el hombre que adquiere con facilidad cosas por las que sólo siente un deseo moderado llega a la conclusión de que la satisfacción de los deseos no da la felicidad (...) una parte importante de la felicidad es carecer de cosas que se desean entonces pensé en el príncipe de España, un hombre que ha tenido todo lo material que se ha podido tener desde que nació. Y lo tendrá hasta que muera. Incluso gran parte de lo espiritual: si quisiera citar a tomar café en su palacio a Vargas Llosa o a Savater o a Paco de Lucía o a Luis Landero o a cualquier figura internacional, casi seguro que harían un hueco en su vida para y hablar con él. (Creo que su mujer Letizia, le organizó una cita con cantautores como Serrat o Sabina, de la que se supo porque éste último sacó una indiscreción en un libro de memorias).

Pensé entonces ¿de qué carece? ¿Qué querrá una persona como ésta? La respuesta debería ser: la felicidad de todos los españoles.

¡Cielos! Esto es algo que da vértigo. Es como pensar qué es lo que hay detrás de los confines del universo. Eso es imposible. Por aproximación diríamos: la felicidad de la mayoría de los españoles, pero la felicidad es muy difícil, supongo que se deberá conformar con la aceptación de la mayoría de los españoles, que deberán ser medianamente felices, porque yo creo que los que son miserablemente infelices le odiarán porque representa a quien “lo tiene todo”.

Porque a él nunca le han colado fruta estropeada de matute, (estoy pensando en esos melocotones que se ponen negros al día siguiente), ni lechugas con oruga, o pescado que “huele” y dudas si echarlo a la sartén o directamente a la basura y si eliges la sartén, ya que te ha costado demasiado dinero como para tirarlo, luego te lo comes como de puntillas y te sabe mal. Alguien a quien nunca le ha dejado tirado el coche en la carretera, a quien no le han enseñado “el chapuzas” la calculadora del presupuesto de las obras, que nunca ha entrado en un servicio maloliente del que alguien cagó medio fuera, y nunca habrá tenido miedo de que en la noche, aquellos que se acercan y te piden un cigarro vayan a sacar la navaja... no digo nada de las incertidumbres laborales, y el paro, que ya sabéis que conozco tan bien...



Creo que el Príncipe tuvo algunas novias, aunque el concepto de novias no se parecerá al que podamos tener la gente corriente. Es raro y difícil, porque él es quien elegía –pienso yo- un muchacho guapo, atlético, educado, rico que adjunta un trabajo vitalicio (de reina) lleno de glamour, de viajes, ropa de diseño y grandes hoteles. No sé hasta qué punto las propias cualidades de la persona deberían ser valoradas por las candidatas que él eligiera para corresponderle, frente a la valoración del  “cargo” que se vendría encima de la elegida. Lo que es inimaginable es un príncipe buscando ligar, un sábado la noche, con cualquier moza que se prestara, como hemos intentado alguna vez todos. Recuerdo que la penúltima novia que tuvo se llamó Eva Sanun, supongo que algo no salió bien. Después habrá tenido sus correspondientes críticas por elegir a la divorciada Letizia Ortíz. (supongo que todas estas cosas relativas a la aprobación o desaprobación de sus elecciones le habrán traído sus mayores infelicidades personales)



Supongo que él soñará con la libertad, con esa que tenemos los del pueblo llano de darnos la vuelta y elegir un restaurante o entrar en un supermercado y comprarnos queso, pan y fiambres para comer en un parque. Para él nuestra libertad tiene que ser lo mismo que para mí soñar con ganar el Tour de Francia o ser astronauta. Quizá como no conoce la libertad, ni siquiera sepa fantasear con ella. Puede que por eso se haya casado con una mujer que fue libre.



Voy a confesar que no soy monárquico. No me interesan todas las pompas y vanidades de su familia. Reconozco que el sábado de su boda, ¡qué lástima para la novia no poder lucir el traje blanco en aquel diluvio con que les castigó el cielo! yo vi la tele, aunque tenía por una excusa que no viene a cuento.

Pero una vez -hace mucho tiempo- reconocí que tiene un trabajo no exento de dureza. Había sucedido un tremendo accidente laboral, creo que en una industria naval de Valencia: una decena de obreros murieron quemados en un horrible incendio. Y a él, tan joven, tan tierno, le achuchaban gritando las madres desconsoladas y descompuestas de aquellos obreros muertos. Fue en la misa de “corpore insepulto”: creo que le calaron bien su traje con lágrimas. Me dije: un pijito como este, tiene mucho mérito, ¡cómo aguanta el tipo! me pareció, -me di cuenta  por primera vez- que podía ser digno de admiración su oficio y el aguante hacia las clases populares. No ganó un monárquico para su causa, pero obtuvo mi reconocimiento, y ahora que tengo un blog con algunos seguidores lo extiendo, así que le salió bien aquella actuación.

Parecida fue la que tuvo la familia entera en la misa de las víctimas del once de mayo de 2004 en la catedral de la Almudena. Se volvieron a ganar el sueldo. Imagino que antes de salir a la palestra se mentalizarían para mostrar abnegadamente ese espíritu de servicio que se les supone a las más altas dignidades del país. Como los grandes deportistas, Nadal, Gasol... que tienen que tomar la responsabilidad de jugársela y han de crecerse y darnos su mejor nivel en los grandes momentos, son conscientes de que en esos instantes hay que dar la talla de paternalista humanidad que la gente espera de ellos. Es la parte más dura de su oficio, pero la dominan.

Vuelvo a repetir que no soy monárquico, pero creo que mis compatriotas lo son y por su forma de ser, me parece lo más económico(1). Afirmo, una vez más, que no me gustan las ceremonias ni las inauguraciones, ni las bodas, ni los entierros, ni los bautizos, y he evitado todos las que he podido. Pero los españoles no, por lo menos hasta ahora, a mis conciudadanos les gustan las pompas y vanidades, y el boato y la figuración. Para eso no hay mejor que tener una familia amaestrada para saber estar y con apostura para acudir a los sitios a tirar de la cortinilla y descubrir la placa. Aunque tengan a veces que tragarse los entierros y soportar las infelicidades de los más infelices de ese momento.







(1)     Sostengo que es más económico mantener a esta familia ocho años que hacer unas elecciones cada ocho años para tener un presidente de la República, que, además, no daría tan buen servicio de boato y vanidad como las siete u ocho personas de la familia que se dedican a estas cosas.







PD adjunto las fotos de una pintura y escultura hecha por mi propia madre que como tantos artistas y artesanos se les ocurre representar estos iconos. La devoción en las clases populares es algo digno de estudio sociológico. Estoy seguro de que los que gestionen las cosas de palacio  reciben todos los días decenas de presentes como éstos.


1 comentario: