jueves, 13 de enero de 2011

EL MOMENTO MÁS HISTÓRICO QUE HE VIVIDO

Once de septiembre de 2001. Las Torres Gemelas, el Pentágono. Pronto cumpliremos diez años. Fueron azares muy bien trenzados para que aquel golpe saliera tan espectacular como se reveló; además, directamente a nuestros ojos.
Porque los terroristas consiguieron casi un pleno: tres de cuatro. No tengo duda de que con cuatro intentos trataban de asegurar el impacto. Seguro que los estrategas de aquello se hubieran conformado con uno. Porque uno sólo ya era demasiado: un salto cualitativo.
Lo que no cabe duda es que nadie en la historia logró más con menos. Entrenar y pagar a 20 hombres para que se inmolaran científicamente. Una terrible ciencia del propagandismo del terror que inaugurará todos lo manuales que se escriban de terrorismo y contraterrorismo. 
Veinte hombres. Es posible que los grandes conquistadores españoles como Pizarro o Cortés tuvieran una determinación similar, pero su repercusión, aunque bien confirmada por su duración en los siglos, no llega a la que alcanzaron estos “veinte de la fama” que, por cierto, yo ya he olvidado, como ha olvidado la historia los nombres de los audaces secuaces que acompañaron a aquellos sanguinarios extremeños, porque estos veinte para la humanidad en general, sólo se llaman Mohamed Atta. Y tienen esa misma cara. No hace falta que cuelgue su foto. Estoy seguro de que le estáis viendo ahora.
Cabe decir que el mundo es muy distinto a causa de aquella hora de ejecuciones. Otra cosa que creo es que, si volviera a suceder algo así, el gobierno norteamericano no permitiría que las televisiones organizaran inocentemente otra superproducción cinematográfica al servicio del terror.
También se creó el mito Atta. La juventud árabe no tiene ídolos deportivos de la talla de  Michael Phelps, o Usain Bolt, Rafa Nadal o Michael Jordan.
Recuerdo la radio de aquella mañana.  Se anunciaba el retorno del baloncestista más genial de todos los tiempos. Era histórico: Jordan volvía por tercera vez. Pero eso no tiene mérito histórico, ¿qué es meter una pelota en un aro, dar brazadas, raquetazos o correr…? Nada, comparado con matar, un puro entretenimiento que amplifica la televisión. Si no existiera la televisión no comprenderíamos el mérito de estos atletas.
La televisión; recuerdo que yo no la estaba viendo el 11 de septiembre. Me sorprendió la radio. Noticias confusas; recordé lo que dicen que ocurrió con la interpretación de “la guerra de los mundos” que hizo Orson Welles. Corrimos a ver la tele. Y no sólo eso; teníamos la necesidad de cambiar de canal, para que la comprobación de la unicidad mediática, nos quitara la idea de que podíamos estar ante un fraude estético o publicitario más.
Sucedía; estaba sucediendo, aunque habrá miles de personas que aún crean que “eso” no sucedió. Que nos engañan. Sinceramente creo que no me engaño, las torres gemelas existieron y dos aviones chocaron contra ellas deliberadamente, con menos de una hora de diferencia y a consecuencia de ello terminaron derrumbándose. Y también creo los autores no fueron ni la CIA, ni una venganza de chilenos por aquel otro 11-S, ni ultraderechistas. Fueron los de la “guerra santa”: nadie puede poner tanta carne en el asador.
El segundo avión fue más efectivo, más espectacular; ya miles de videos y televisiones estaban enfocando a la noticia. Esos dos segundos son, seguro, la imagen del siglo.
Seguramente a su  piloto, (siento no recordar su nombre, pero la épica sólo ama a los protagonistas), le sorprendió que el avión que conducía Mohamed Atta no hubiera derribado la torre, probablemente ese piloto asesino se suicidó con la, -para él negativa-, impresión de que las torres iban a aguantar y seguramente esa rabia hizo que se  empleara con más furia intentando acertar más abajo. Seguramente eso hizo que su golpe fuera más dañino: su torre gemela  cayó primero. Con el derrumbe de esta primera torre nosotros apagamos la televisión. Mi pequeña familia tenía como la necesidad de refugiarse, de agruparse a otra familia mayor para soportar juntos la impresión del cataclismo. La otra torre terminó cayendo y varias más en cascada a la sombra del humo de un incendio que duró varios días. No estoy seguro de  si la primera torre hubiera caído de no existir aquel segundo impacto rabioso.

La vida cotidiana ha cambiado; en los aeropuertos la gente pierde miles de horas y miles de millones –porque al final lo paga la gente- para evitar que aquello vuelva a suceder, cuando todos sabemos que es irrepetible. Aunque ningún gobierno se puede permitir el lujo de que alguien pueda intentar algo parecido.
Han cambiado muchos gobiernos, no sólo en Irak o Afganistán, también en otros países, pero yo  me centraré en España que conozco bien, pues es mi país.
Recordemos que en el año 2000 la derecha de José María Aznar se revalida consiguiendo mayoría absoluta. La división y el fracaso de los dos líderes interpuestos en cuatro años le hicieron representar al socialismo español el humillante papelón de ser vencido en toda regla por un altivo y mediocre estadista, (pero que se hubiera prolongado hasta nuestros días en el poder de no haber sido por aquel once de septiembre, al implicarse en sus consecuencias). España iba bien, la burbuja inmobiliaria estaba muy lejos de llegar a su techo. Dos negocios nuevos: los teléfonos móviles e Internet estaban dando trabajo a mucha gente. La industria de la música aún aportaba bastante empleo e impuestos indirectos.
Pero Aznar se solidarizó con Bush entrando en una guerra contra una entelequia: las armas de destrucción masiva. Aquel impresentable seguidismo, enfrentándose a la mayoría de la población española, no sólo le restó popularidad;  hizo que fuéramos el objetivo idóneo del terrorismo yihadista.  Así nos dieron un tajo en nuestra tensión entre el gobernante y los gobernados. Primero lo hicieron en Casablanca y después en los trenes de Madrid. Por cierto, ahora en España entrar a un tren es mucho complicado y caro que antes del 11 de marzo. Unos terroristas menos épicos organizaron una réplica del primer 11. Sólo se suicidaron, días después, al verse rodeados por la policía. La sangre de las víctimas y la torpeza de los portavoces de Aznar seguramente terminaron de movilizar todos los votos de izquierda que permanecieran adormecidos.

La derecha española perdió ocho años y  puede que vuelva porque al gobierno socialista le ha estallado la crisis internacional y, sobre todo, la crisis inmobiliaria más tremenda de occidente. Esto puede que no sea otra historia porque la crisis, hay que recordarlo, empezó en Estados Unidos, hipotecas basura, Leaman Broders, el sistema bancario, la General Motors … aunque a mí no se me va de la cabeza de que hubiera podido sostenerse si no es por el gran sumidero de recursos empleados en las consiguientes guerras de Irak y Afganistán. La realidad de ese expolio bélico no pudo dejar de afectar a los cimientos de su economía.

Por cambiar, es que ha cambiado hasta el terrorismo occidental; se ha visto que no aterroriza, que es de juguete, que el agravio a esos nacionalismos europeos del IRA o ETA o no genera la fuerza destructiva que posee la juventud yihadista. Los primeros desistieron; los segundos, afortunadamente, languidecen.

Preocupémonos por la juventud árabe, o musulmana. Hoy hay estallado en Túnez. Esa juventud sometida a regímenes antidemocráticos, tutelados por sus propios valores medievales, teocráticos, que satanizan las pornografías y vanidades occidentales. Frente a esa proliferación de banalidades, están sus valores eternos, que ahora son triunfadores gracias a Mohamed Atta, un joven ingeniero. Es difícil encontrar argumentos contra el agravio de esos jóvenes: nosotros nos movemos con su petróleo y somos ricos, y ellos que se sienten nación oprimida  y ven que su recurso sostiene nuestra opulencia y no la suya.
Y luego está el conflicto palestino-israelí.
Hace dos veranos estuve paseando durante dos horas con un maduro profesor marroquí, contemplando la hermosa y plural ciudad de Barcelona. Nos acordábamos de lo que nos une: Said Aouita, Nuredim Morcelli, Hixam el Gerruj, Zinedine Zidane…   y tácitamente abominábamos del integrismo; practicábamos la interculturalidad y el respeto. Dos seres racionales y cultos en la ribera norte del Mediterráneo. Todo discurría bien hasta que yo me atreví a tocar el tema de la juventud árabe: terminamos empantanados en Israel. ¿Cómo desactivar eso? ¿Qué ofrecemos a cambio?. ¿Tienen derecho a un orgullo diferente al orgullo clandestino de ser del equipo de Mohamed Atta?
Yo no tengo respuestas, pero hay que buscarlas para enderezar este siglo en el que la historia volvió a renacer. En el que la economía real ve desplomarse un tinglado de especulaciones que alimentaban una falsa opulencia. Habremos de volver atrás y muchos de los que vivían de la nada, serán reconquistados por ella.
Ahora que se acerca el décimo aniversario me parece que aquella horrible masacre fue también el primer golpe que estremeció la clave de la cúpula de aquel capitalismo triunfante de a fines del siglo XX.

2 comentarios:

  1. Muy interesante y densa crónica, señor Juan, buen resumen del comienzo de siglo con muchos aspectos tangenciales o colaterales de importancia.

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  2. Por cierto, que sin Cuba no hay paraíso de las audiencias. Encima que alguien te había denominado anélido, platelminto o cosa semejante.
    Cachienlamar... se armó tremendo tumbao. Ya te lo advertí, eso te pasa por andar liado entre guitarristas serios en lugar de con percusionistas de Changó, que somos más bailones y divertidos.
    Mambo!!

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